
Llega el momento en la vida de todo lector de cómics en que te empezás a preguntar por si habrá algo realmente digno de ser leído a nivel nacional. No por quitarle desprestigio a este hermoso suelo patrio que tantas cosas hermosas ha producido (además de tantos desastres <.<) , pero cada tanto alguna decepción se sufre, o se piensa “Porque no…?” No se si soy específico, ni claro, así que avancemos.
Personalmente, empecé a interesarme en el cómic nacional desde muy chico, más que nada porque gracias a la herencia paterna, podía chorearle las historietas a mi viejo sin drama y quedarme literalmente horas leyendo, tirado al costado de la cama para que no me descubrieran. Solamente mi vieja ponía el grito en el cielo cuando me encontraba con alguna que otra Boogie el Aceitoso entre manos, porque la consideraba extremadamente violenta. Ni hablar si me agarraba con una Humor o una que otra Fierro.
Había muchos personajes entre las historietas de mi infancia, la gran mayoría cómicos (y no tanto) que me encantaban, y aún cuando no entendía en mi inocencia y pelotudez de todo chico, me reía igual. Era feliz leyéndolos, y los recuerdo con relativo cariño.
Nippur tiene una característica que comparte con Gilgamesh, por lo menos en lo que a mi respecta, pues los leí juntos cuando todavía jugaba con el Diábolo Bronco y salían figuritas de Dragon Ball Zeta. Nippur debe ser, junto al Inmortal, uno de los pocos personajes medianamente trágicos que leí de chico.
Era inverosímil pasar de una Mafalda a una historia donde había sangre, muerte, guerra y prosa, hermosísima y abundante prosa como solamente Robin Wood sabía (sabe) escribir. Era sobrecogedor ver a Nippur llorar a su ciudad perdida, a sus amigos muertos, a pelearse el todo por el todo, el nada por el nada, en cada batalla. Nippur no era como Superman, no sabías que sobrevivía si o sí al final de cada historia; ni tampoco como Batman, porque sabías que su terrible intelecto lo iba a zafar del más feo fin.
Nippur era un hombre. Y eso era lo que me encantaba de esta historieta.
Robin Wood, o el Ulises en vida
Primero a lo primero. Cuando uno es pendejo y lee una historia sobre guerreros mesopotámicos antiquísimos escrita por un tal Robin Wood, uno agarra viaje de que está leyendo una historia relativamente vieja, traducida del inglés que la escribió. Por lo menos eso creía yo hasta hace muy, pero muy poco. Y parece que no fui el único: cotejando con otros lectores y compañeros fanáticos, se comieron el mismo verso auto-infligido. Y es que tanto el nombre como el tipo de historia, y la escritura de la prosa en tanto a línea estilística, dan para que la cabeza de un niño tenga que apreciarla como extranjera (lo cual da para pensar, no?). Pero no señores, Nippur es bien del cono sur. No precisamente nacional, pero si de por aquí debajo. Y su autor vivió una vida relativamente áspera, hasta que comenzó a dedicarse a escribir guiones.
Robin Wood, y cito textualmente de San Wikipedia, era Ávido lector desde muy joven, se crió en una pequeña comuna de irlandeses y escoceses que se habían ido al medio del Paraguay a fundar una colonia socialista-comunista. Su madre no pudo mantenerle y durante varias etapas de su infancia vivió en diversos orfanatos, con lo que su educación formal no pasó de la primaria. Nunca conoció a su padre, pero alimentó su imaginación con los relatos de su abuela, quien no hablaba ni una palabra de castellano pero que había recorrido los lugares más exóticos del mundo.
Así que autodidacta y gran lector, con sólo los estudios básicos completos, debió empezar a trabajar desde muy joven en distintas ciudades de su país y luego del exterior. Se traslada a Buenos Aires, Argentina, a realizar diversos trabajos menores. Es allí donde conseguiría por fin publicar su primer guión de historietas, en lo que sería una fructífera relación con la Editorial Columba.
Viajero incansable como muchos de sus personajes, una vez que empezó a ganar dinero con los comics se dedicó a viajar por el mundo, y continuó escribiendo enviando los guiones a su editorial Argentina desde lugares como Mongolia o Europa.
Robin Wood vive actualmente entre las ciudades de Asunción, Barcelona, Copenhague y Buenos Aires, sitios desde los cuales sigue generando nuevas propuestas al género.
Y es increíble que un autorazo como éste casi se nos escape de las manos, gracias a las ásperas políticas en lo que a Artes Gráficas respectan.

Historia para Lagash…
Bueno, basta de detalles técnicos y boludeces respecto a autores y comics de factura nacional, vamos a darle al guión:
Nippur es un alto oficial en la antigua Sumeria, nación mesopotámica de gran poder y buenas granjas, pero bien conocida en el mundo entero por sus militares. El protagonista es un hombre relativamente común que comienza sus días en las páginas de esta historieta como el resultado de un mal chiste: y lo digo así, porque realmente lo que lo empuja a viajar y a caminar el mundo no es otra cosa que un muy mal chiste.
A todo esto, la frontera de Sumer estaba en constante conflicto bélico con los vecinos pero, oh sorpresa, de repente el Rey enemigo (Lugal-Zaggizi, recuerden este nombre) quiere paz, ofrece una de sus hijas a Urukagina como consorte y quiere ir a visitarlo para celebrar un torneíto para hacer buenas migas. El Rey gordo y calvo se traga el verso y los invita, Nippur debe entrenar a Ur-El para que de un buen espectáculo a los invitados.
El día de la fiesta, toda Lagash está hirviendo de muchedumbre, gente y buena onda. La corte de Lugal-Zaggizi entra con gran pompa y, extrañamente, una gran caravana de mercaderes se detiene también ese día para descansar en Lagash. Nippur y Ur-El deben pelear en el torneo, y lo hacen bien y sin perder… solamente para darse cuenta de que todo aquello era una mascarada para disfrazar la traición.
Urukagina se muere en su trono, apuñalado a traición por su Sumo Sacerdote, Sumur. Nippur, ardiente de rabia y odio por la traición, por los mercaderes que resultaron ser guerreros enemigos, por sus hombres muriendo, no puede hacer otra cosa que combatir brevemente y huir junto a Ur-El.
Es entonces cuando Nippur lanza un juramento al viento nocturno, perjurando volver a a Lagash y librarla de sus invasores. Es entonces cuando Nippur, al igual que Gilgamesh, se transforma en un Inmortal (metafóricamente hablando, orates <.<) sin ciudad, sin destino, sin nada. Todo por lo que ha vivido y lo que era la razón de su ser ha muerto, o le ha sido robado en una sola tarde. Ya no le queda nada que perder… como tampoco nada que ganar.
Ahora, la crítica. En lo que a dibujo respecta, no tengo queja alguna, excepto quizás en la última línea de dibujo, en El Regreso a Lagash. Los dibujos acá están muy simplificados, si los comparamos con los de los inicios o con los que le siguieron: Lucho Aguilera, el dibujante inicial, era excelente dibujando en blanco y negro y solamente le encuentro comparación con Breccia (aunque este otro es un monstruo del que ya hablaré algún día).
En cuanto al guión… digamos que no es malo. En realidad, es muy pero muy bueno. Acá lo que depende más que nada es una cuestión de gusto y género.
A ver, este género de Aventura Épica, si bien corresponde a un armado de prosa e imita los viejos, viejísimos cantares que antes elaboraban los juglares, tampoco escapa a que es ajeno a nuestra época. Robin Wood es un escritor de la reputa madre, no lo dudo ni un instante: el problema con Nippur, me repito, es que responde a un género que algunos podrán juzgar de barroco o sobrecargado. Puede llegar a calificársele de Novela Gráfica, y no estaría para nada errado, porque sacando un par de secuencias de batalla no hay escena en Nippur que no tenga una descripción extensa, que juegue con las palabras y elabore metáforas, comparaciones y hermosos arreglos poéticos que ya hace tiempo murieron.
Esa es precisamente la mayor belleza y el mayor defecto de esta obra. Si no te gustan los diálogos serios y profundos, si no te gusta la línea narrativa, si no te gustan los personajes que aman valores que ya están muertos para nosotros (honor y gloria, principalmente, con una generosa dosis de valor y coraje)… entonces ni te gastés en agarrar esta obra, porque te vas a embolar en la tercera o cuarta página.
El que a yerro mata, a yerro termina, decía Martín Fierro.ç
Nos vemos la próxima en más "El Delorean Impreso" (o como se llame esta sección >.<)
Recuerdo tener 4 años cuando "leia" Nippur en la misma revista en que venia Pepe Sanchez, Mi Novia y Yo y algunas tiradas de Ñor Maltez y del Capitan ese que siempre andaba en la guerra marítima. Me acuerdo que veia los dibujos de Nippur (mi héroe de los 4 años) e inventaba los diálogos.
ResponderBorrarExcelente nota, dan ganas de retomar y leer lo que realmente dice este héroe. JAJJAJA
El nombre del co-creador de Nippur de Lagash es Lucho OLIVERA, no Aguilera, dibujante fallecido hace un par de años y considerado como uno de los mas grandes dibujantes de historietas Argentinos.
ResponderBorrarHe sido un Fanatico empedernido de las Sagas de Nippur de Lagash durante mi infancia, desde que aprendi a leer
ResponderBorrarme las he leido una y mil veces las revistas, tengo algunos dibujos para publicar
Hoy tengo 42 y aun admiro aquellos dibujos de Lucho Olivera