sábado, 16 de abril de 2011

Historia de la Sopa Fermentada


Mis queridos niños, los he reunido hoy con un solo propósito; adquirir un poco de conocimientos en Bromatología y en cuidados de la salud de los alimentos. No, no terminé de enloquecer y me dediqué a vender ensaladas en un delivery que se llama La Espinaca de Popeye (aunque no suena tan descabellado cuando lo lees), ni tampoco me puse a pensar en otras delicadezas de la salud alimentaria de nuestros queridos Frikilectores. Tampoco me pegué una intoxicación como para quedar curado de espanto, ni tampoco se me ocurrió cambiar el rumbo y pegar el timonazo en Frikilogía. No, mis queridos niños, esta nota viene de la mano de uno de los personajes más sanos y, a la vez, mas espeluznantes que alguna vez desfilaron por las páginas de un comic. Trístemente célebre en algún punto, Lo que hoy les presento es a Swampy… o La Cosa del Pantano, para delicados.

Alejando las Moscas del Potaje

La Cosa del Pantano es un comic relativamente bueno de la mano de DC. Para los que lo desconocen, este personaje viene desfilando entre el celuloide, el pulp y el papel ilustración desde el año 1971, año en que el propio sello editorial apuesta un poco más a los comics de horror y suspenso y le pone las fichas a varios proyectos, entre ellos, el de Swampy.

Algunos podrán encontrar grotesco el hecho de tener un comic relacionado con pantanos, moscas, vegetales, agua estancada, olor a pedo de vaca… pero seamos sinceros y francos; qué sabemos de los pantanos? Nosotros, habitantes de llanura y concreto, acostumbrados a un río de barro perpetuo y a la horda de mosquitos en verano no nos podemos quejar.

Pero no nos alejemos del punto principal, que es, en síntesis, contar un poco de qué va la cosa. Básicamente hay que pensarlo desde varios lados por el hecho de que Swampy no es un personaje fácil de comprender ni tampoco de digerir, como buen caldo denso que es.

Ya desde el vamos haber usado el calificativo Thing (cosa, en inglés) lo deja al márgen de muchas cosas. No es humano, ni tampoco un animal, ni bestia ni monstruo… ni por asomo, un superhéroe. Es una cosa… y como buena cosa que es se dedica a tirarle las orejas a varios.

Acá encontramos la dualidad de la Cosa, porque a pesar de ser efectivamente una cosa (no tenemos ni la más puta idea si darle la mano o pelar un lanzallamas) tiene una forma y un comportamiento plenamente humano. Se mueve de la misma manera en que lo haría un hombre al que le gustan en exceso los pantanos, se sumerge en las aguas podridas con una majestuosidad que los viejos monstruos de Hollywood tenían… y sin embargo, no pretende asustar a nadie. Simplemente quiere que nadie les rompa las terlipes y pasar su vida en paz.

Conozcan a los Cocineros

Swampy aparece, como dije más arriba, en 1971, en una historia independiente homónima que narraba la historia de Alex Olsen, un químico que laburaba obviamente cerca de un pantano y que es traicionado por un compañero para casarse con la mujer, matarla y forrarse en guita. La típica historia de los ’40: el tipo explota envuelto en “químicos misteriosos y mezclados”, y se funde con el pantano mismo y queda completamente deforme; vuelve como el vengador incomprendido que es, mata al traidor y, como la mujer no lo reconocía y solamente se asustaba de verlo, la historia concluye tristemente con La Cosa volviendo a los pantanos para readaptarse a su nuevo hogar.

Ahora abro un paréntesis, porque no sé si se habrán dado cuenta (o si yo soy un limado viejo que ve patrones por todos lados), pero fíjense que en historias afines, especialmente las de producciones de cine, el monstruo es siempre la víctima inherente a un caso de venganza, odio, adulterio o cualquier otro yuyo. Y siempre, siempre, el monstruo que era un hombre (o mejor dicho, el hombre que era un monstruo) quiere redimirse, y termina trágicamente solo o muerto. De acá se me desprenden un par de conclusiones como frutas de la cabeza; la más obvia es que había ganas de poner héroes (o anti-héroes, o anti-hombres en todo caso) que tuvieran la nobleza de aceptar un destino impuesto que les había cambiado la vida en noventa grados, y de olvidarse, o caer en el olvido. La otra es la no-comprensión de la mujer (como elemento en las historias) de que su marido / esposo / novio / hermano se transformó en otra cosa, o sea, la discriminación de un estado posterior que el pobre tipo ni siquiera eligió.

Atenti que tampoco es así siempre; también se puede dar el histeriqueo del bicho por no querer avergonzar a la chiquita. Pero bue, fin del paréntesis.

Como podrán suponer, Swampy gustó bastante, así que le dieron la plata del alquiler y de los guisos del mes a un par de pibes (de los que vienen los nombres de Len Wein, Roy Thomas y Gerry Conway) y la cosa empezó a tener su propio comic, ahora adaptado a un marco de un poco más contemporáneo y alterando ligeramente la historia original; el químico se transforma en un científico que investigaba una fórmula para hacer brotar vegatales de cualquier parte (pero sigue explotando en un laboratorio y aterrizando en un pantano), el tipo que le quería robar la mujer se transforma en muchos agentes patoteros que le querían robar la fórmula, a mnos de un enemigo random (Mr. E.) y la mujer nunca existe. El chiste del segundo (y definitivo) Swamp Thing es que esta cosa es más musculosa y se parece más a un humano (aunque no deja nunca de ser una cosa pseudo horrorosa), y tiene la habilidad de hablar, diferencia particular que la primera cosa no tenía y que le da la posta para poder comunicarse (a pesar de no ser un charlatán, se puede comunicar).

Otra cuestión que me estaba olvidando es que éste Swampy no solamente está enamorado, sino que ese amor es correspondido; la mujer que ama es una profesora de secundario, albina (como para ponerle las cosas más raras todavía), que vive en los Pantanos de Louisiana y está casada con un hombre en coma. Obviamente esta mina, como las grandes mujeres de los héroes, permanece en el anonimato la gran parte del tiempo y es lo que más lo acerca al mundo humano tangible.

A partir del principio, La Cosa del Pantano se troca en cosas raras, aventuras supernaturales y demáses yerbas que todos pueden tener en casa, como cultos, supervillanos extradimensionales y jugar a la payana en la niebla del pantano.

Como último detalle me gustaría agregar que los co-creadores de Swampy también crearon un personaje bastante similar para Marvel, Man-Thing (de quien hablaré algún día cuando tenga que tirarme a leer los comics), que trata de un monstruo bastante similar que habita los pantanos de Florida en vez de Louisiana, y que es un poco más monstruoso y un poco más letal (si su enemigo tiene miedo, se vuelve corrosivo, lo cual resulta jodidamente conveniente); el chiste es que cuando los editores recalcaron la similitud entre ambos los creadores no dijeron nada y se hicieron los boludos, particularmente porque tenían que pagar el alquiler, la luz y probablemente el gas. Los editores, por su lado, hicieron mutis también por una razón muy simple; llevar un juicio por originalidad en una industria que mueve millones no es fácil, y menos cuando existía un precedente con anterioridad llamado The Heap, de ediciones Eclipse, una edición de miles que proliferaron en los ’40, durante la bien llamada Era Dorada del Comic (en que parecía ser el negocio de la época, y seguramente las imprentas se vendían de manera absoluta y fácil). Es de idiotas presentar un juicio cuando sabés que hay un descendiente con los derechos de un personaje muy parecido y más viejo por ahí… y además, tanto Swampy como Man-Thing eran personajes pequeños de historias secundarias de DC.

Pero bueno…


Yerba Silvestre y otros Yuyos

Hablando de detalles particulares, tengo que recomendar la lectura para el que quiera meterse en los pantanos de Swampy, especialmente a los amantes del género (horror? Supernaturalismo?) y a los amantes de los rincones oscuros de DC. Otra cuestión que quería mencionar es que esta serie tuvo como guionista al excelente Alan Moore en la saga American Gothic, además de que durante la misma se introduce por primera vez un personaje amado por muchos de nosotros; John Constantine, el mago londinense (aunque llamarle mago es un insulto).

Swampy es un bicho raro. Como decía al principio de la nota, no puede renunciar a su condición de Cosa, pero tampoco renuncia a la humanidad que le queda, especialmente gracias a Abby, la Profe de secundaria a la que más de un alumno le habrá silbado piropos. No se mueve por ganas de salvar el mundo ni tampoco por venganza, ni tampoco por cuestiones que vayan más allá del bien y del mal.

Si bien creo que estas creaciones y estos personajes tienen su complejidad (tienen que tenerlo, al fin y al cabo), hay cuestiones dentro de su propio desfile de disfraces que no se pueden negar; una de las cosas que más rescato y recalco de Swampy es la simpleza del bicho. A pesar de hablar, el flaco pasa gran tiempo escuchando o simplemente contemplando el paisaje, o pensando o pasando todo por los sentidos, su mente y su corazón; en este sentido es más similar a una planta que a un hombre, o más al tipo que te ayuda sin decir una palabra pero siempre con una sonrisa entre los labios.

La historieta en sí puede molestar por momentos en cuestiones respecto a relleno (existen muchos diálogos que no cambian nada, pero contribuyen al drama general de la trama, o escenas que se alargan demasiado tiempo al pedo, quizás), o por maneras de tocar los estratos de DC… pero también hay que considerar que DC tiene un universo muy presente, y que se mueve por contactos entre ellos. No hay manera más copada de pensar en Swampy que en eso; reduciéndolo a la simpleza y la tranquilidad de los Pantanos en vez de moverse por el aire con Superman o salvando al mundo con la Liga de la Justicia.

Swamp Thing también tiene un secreto que no muchos notan, porque, sobre todo a esta altura, está bastante diluido con los entretelones que funden la obra. Y es, como mencionaba antes, el aire de monstruo que no es monstruo, tan bien impreso tantas veces en Hollywood. No puedo dejar de pensar en la vieja Momia cada vez que lo veo, sumergiéndose en los pantanos para descansar eternamente una vez que decidió hacer el bien y dejar de obedecer la voluntad del forro de turno; o en La Criatura del Lago Negro, un film estrambótico y clásico en su movimiento, en que el bicho lo único que hace es rescatar y ser perseguido por eso.

Estas historias también conllevan un mensaje que, aunque viejo, no deja de ser vigente; denuncian a la verdadera monstruosidad y no a lo estrafalario o lo macabro. No es necesario tener cuatro piercings en la cara y un tatuaje de V8 en el cuello para robar, ni tampoco hace falta moverse por lugares siniestros (como pantanos, callejones oscuros o bares) para terminar transitando círculos tenebrosos. Lo único que hace falta es inertir energías en consumirse o consumir a otros… y no necesariamente la tapa hace al libro, como dice el refrán. Todos conocemos una criatura del pantano; silencioso, esencialmente bueno, de apariencia malinterpretada o monstruosa. Y muy probablemente todos lo vean a él antes que al señor de traje y corbata.

Eso es todo por hoy! Nos vemos en la tinieblas del pantano


Cataqclismo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios, dudas, puteadas... cualquier cosa, maeses!