viernes, 21 de octubre de 2011

Hellgazer… digo, Blazer



Una de las cosas más maravillosas de leer comics, como el hecho de leer libros, escuchar música o cualquier otra actividad que implique el hecho de hacer la contemplación estética y racional de una obra ajena a uno mismo, es el hecho de la elección. Todos empezamos leyendo los clásicos, escuchando las cosas más populares; y llega un punto en que el arte, si nos llama con la suficiente frecuencia y el empuje necesario, nos impulsa a buscar cosas un poco más selectas, un poco más propias de nosotros mismos. Es en esta búsqueda donde cada uno empieza a personalizar su biblioteca y a moverse por círculos donde las obras son cada vez más difíciles de conseguir.

Queridos amigos, hoy vengo a hablarles de una de las series que más me ha agradado leer, y con las que más he puteado también, gracias a la magia tan propia que tienen las editoriales de cambiar de autor (guionista y dibujantes sin discriminar) solo porque sí, o porque les convenía monetariamente, o porque no les gustaba la cara del anterior. Ajústense el cinturón y, espero, no sean impresionables…

Un poco de Historia

Generalmente, el que reconoce fácilmente a la edición de Vértigo también reconoce muy fácilmente la marca de Hellblazer por un motivo muy simple; esta historieta fue en gran parte la razón de que se fundase esta segunda línea de DC, más madura y mucho, pero mucho más oscura. El personaje principal de Hellblazer, John Constantine, fue introducido en DC para una serie creada por Alan Moore para el título de Swamp Thing (quienes recuerden la nota de Swampy recordarán que habré mencionado la serie American Gothic), más que nada para que aparezca a cumplir la función de un Diablo de Fausto; picaresco, mersa, algo croto, muy humano y con una afición por lo oscuro y el cinismo muy marcada. La reacción de los lectores hacia Constantine fue tan buena que la DC decidió darle una historieta propia, a la cual originalmente iban a llamar Hellraiser (como la película), pero debido a la creciente fama de Clive Barker y a la publicación homónima que se les adelantó, terminó llamándose como se llamó.

La serie tuvo un tiempo publicándose originalmente bajo el sello de DC para luego ser introducida en Vertigo, y cuenta, hoy día, con una característica única; es el único título que continúa publicándose ininterrumpidamente desde ese entonces.

Otra cuestión que debe mencionarse es la cantidad de cambios de autores que ha tenido, como se menciona más arriba; Moore solamente lo escribió para la saga American Gothic, y fue reemplazado en sus comienzos por Jamie Delano, un tipo que le dio una torcedura un poco más humana al Constantine que por ese entonces ya era bastante hombre. La etapa de Delano no es mala, de hecho es un muy buen comienzo y contiene algunas ironías bastante ásperas (una serie, llamada ‘The Fear Machine’, en la que se involucraba a demonios del infierno con grandes señores de la política, terminó justamente la semana en que Margaret Tatcher tuvo que renunciar). Lo que tiene de feo esta etapa es el dibujo, que por momentos se vuelve o demasiado caricaturesco o demasiado realista, y que existan unos choclos de diálogo totalmente embolantes.

Después la serie fue tomada por Garth Ennis, y después de un buen tiempo metido en la política, Hellblazer pudo volver a navegar las costas esotéricas que rumbeaba antes, dándole esos giros dramáticos que reverberan durante años en los personajes (dándole, por ejemplo, la aparición a un súcubo al cual Constantine ayudó). Esta etapa se caracteriza por transformarse en algo un poco más simple, sin abandonar la veta oscura y cínica que siempre marcó a Hellblazer.

El timón también fue tocado por Paul Jenkins, que decidió darle a John un descanso de tanto bicho y hacer varios episodios concentrándose meramente en él; de acuerdo a nuestro gusto, el comic va flaqueando por acá, pero tampoco se lo puede culpar. Después de todo, John continuaba siendo humano.

Por ese entonces el comic ya venía siendo más telenovelístico que otra cosa, y las ventas habían decrecido bastante. El autor de Transmetropolitan, Warren Ellis, quiso publicar una historia llamada ‘Shoot’, donde dos estudiantes de secundaria tomaban una escuela y masacraban a todo el mundo allí dentro; el chiste es que cundo tenían que publicarla, hizo su aparición en noticieros La Masacre de Columbine, por lo que DC se negó a publicar semejante historia. Ellis retomó el barco hundido de Hellblazer por laburo más que nada, puesto que se quería transformar en un escritor a tiempo completo, pero hizo un excelente trabajo, mostrándonos a un Constantine más madura, cicatrizado y oscuro; escribió pocos capítulos pero esos pocos son memorables. Recomiendo a los amantes particularmente el issue “Storyteller”, corto pero macabramente gracioso.

Después, la serie hizo un poco de agua más, cuando Brian Azzarello tomó el volante y dirigió una serie de historias en yanquilandia, involucrando prisiones, pornografía, nazis y a Batman. Creo que esas cuatro palabras definen lo sorete que puede llegar a ser esta parte de la historia, si bien no decae del todo.

Por ese entonces, Mike Carey, el autor de Lucifer publicado también por Vertigo, tomó los mandos e hizo un giro estilístico y guionístico interesante, pero no bueno; un flashback violento que incluía pérdida de memoria, vuelta a los comienzos y lo más básico del complejo mundo esotérico como ya había sido presentado. Como dije más arriba, interesante, pero no por eso bueno.

Los otros tres autores son apenas dignos de mención, a lo que a este escritor concierne; tuvo una autora (Denise Mina, que escribió una historia que involucraba al futbol… si, futbol), otro autor que le dio otro encontronazo con su pasado (Andy Diggle, que hizo que John pudiera tener su destino en sus manos, literalmente), y otro más que continúa en el presente (Peter Milligan, que parece haber estabilizado un poco más la cosa en cuanto a historia se refiere). El resto (o sea, los detalles, donde abunda lo interesante) resta a la lectura de la serie.


John Constantine como la caricatura del Mago Moderno

Ahora hablemos un poco del personaje principal, John Constantine. Constantine es un hombre como cualquier otro que ha tenido una vida violenta y trazada por lo que podría llamarse mala pata; es un tipo relativamente alto, rubión y fumador por excelencia, pintado siempre con un típico impermeable o abrigo amarillo raído que lleva a todas partes. Constantine es esa clase de tipos que ves en las bocas de subte o en las paradas de bondi, fumando solo con cara de amargado y mirando a las estrellas. Ha estado tentado por varios placeres a lo largo de su vida y ha accedido a varios, pero siempre intentando mantener el balance y el control por sobre un mundo que, según pintan los autores, están siempre en constante desequilibrio. De todos los superhéroes sobrenaturales que tiene DC, es probablemente el más pesimista, cínico y poco hábil; no es un buen luchador cuerpo a cuerpo, su condición de salud es precaria y siempre está rodeado de esa aura de misterio y humor asquerosamente frío que tienen los ingleses. Es, en síntesis, un tipo al que no vas a lograr impresionar con mucho, porque ha visto y oído demasiado como para dejarse shockear.

Constantine tiene un elemento más bajo su manga (en realidad varios, dependiendo del autor); debajo de toda esa cochambre estética, es bastante humano, después de todo. Durante la saga Crisis se lo nota preocupado, mientras que en varias otras sagas (The Fear Machine y Haunted, en particular) tuvo varios encuentros consigo mismo o con otros personajes que lo dejaron sentado de culo y reflexionando. Pero el dicho se reafirma con Constantine; lo que no te mata te hace más fuerte, y John es una colección de cicatrices, especialmente esas cicatrices que se hacen evidentes en el discurso de una persona y no en su cuerpo.

Este mago tiene una particularidad más, diría que la mejor; su mejor arma no es su poderío mágico, ni tampoco sus habilidades como luchador, sino su mente. Al mejor estilo de Sir Arthur Conan Doyle a veces, Constantine demuestra que con saber lo suficiente y actuar en el momento justo una situación que parecía imposible de resolver puede tornarse en buena en cuestión de segundos. Y esto es, probablemente, lo que le ha ganado tantos lectores, además de su cinismo evidente, que divierte y le da el tinte más oscuro de todos a la historieta.

Enfrentándose con cualquier entidad, por siniestra que sea, John siempre demuestra que un hombre destruido puede ser el peor de todos los monstruos.



Redondeando

Hellblazer es una historieta que hay que leer con tiempo y ganas, muchas. Tiene algunos sectores que son imbancables por los choclos de texto y las cosas que nada tienen que ver con lo sobrenatural y las aventuras, pero también tiene sus rincones llenos de graffittis y mugre, que son excelentes. Es una lectura ampliamente recomendada para cualquiera que tenga interés en el esoterismo y el ocultismo, ya que los autores no dejan exenta a ninguna cultura ni a ningún culto en sus páginas (de hecho, en las primeras series tiene su aparición un Ivunche, un bicho de nuestras tierras). Tiene un tinte a lo Stephen King en algunas páginas, también, lo que lo hace condenadamente interesante; y fuera de la aburrida concepción del Infierno que tienen los de DC, pueden reírse bastante con este Dante Moderno. Los dejo hasta la próxima con una serie de citas en inglés de John Constantine que los amantes del cinismo y los lectores de inglés me sabrán apreciar. Pásenla bien.

http://en.wikiquote.org/wiki/Hellblazer

Cataqclismo

PD: la película no es una porquería, pero es apenas una fracción de lo que es Hellblazer en realidad. Diría un 75% pochoclo y un 25% guión.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios, dudas, puteadas... cualquier cosa, maeses!